domingo, 15 de julio de 2012

Día 19. Y fuimos legión

La segunda noche de la marcha negra en Aravaca tuvo mucho de especial. Y, sobre todo, de confraternización entre grupos: el que visita y el que recibe.

Tras interminables jornadas de lucha a pie y solidaridad en el camino, los mineros quisieron devolver (aunque sólo fuera una parte) lo recibido.

Y así, aprovechando los excedentes de comida acumulados durante los días de caminata, la marcha negra decidió que, por una vez, ella invitaba.

Varios miles de vecinos de Aravaca atestaron por unas horas la urbanización "Rosa Luxemburgo" para participar en la cena organizada por los mineros y que tendría un postre tan emotivo como particular: un recital musical y poético. No faltaron a la cita algunos artistas bien significados por sumarse a cientos de causas perdidas, como Pilar Bardem y Víctor Manuel. Aunque muchos de los aplausos más calurosos se los llevaron anónimos artistas -profesionales y aficionados- que quisieron aportar su granito de arena en forma de canciones de reivindicación y versos combativos de ánimo a los andarines del carbón.


Aravaca hizo de la noche una fiesta de confraternización con los mineros


La actriz Ana Otero recitó unos versos de su abuelo, que ejerció hace décadas como profesor en la montaña de León


Víctor Manuel se llevó la mayor ovación de la noche


A "Forgui", uno de los "tipos duros" de la marcha negra, se le ablandó el corazón al ver esta pareja de galgos. En casa, le esperan sus cuatro perros

Fue una noche de ver cómo, por una vez, el rigor horario se aparcaba por unas horas y las luces del pabellón no se apagaron a las 23:30 horas para echarse a dormir.

Muchos aprovecharon para tomar su primera copa en muchas semanas. Las terrazas nocturnas se convirtieron en improvisadas tertulias para departir sobre lo ya vivido y lo que podría estar por venir, especialmente, cómo sería el recibimiento en Madrid.


Mural reivindicativo en la urbanización-cooperativa de viviendas "Rosa Luxemburgo"

Al día siguiente, no aguardaría el madrugón habitual de las cinco y media de la mañana. Y eso se notó.

Unos con más, otros con menos horas de sueño, llegó el martes, el día de la llegada a la Gran Capital, el Día D.

Pero aún habría que esperar a la llegada de los compañeros aragoneses. La espera se hizo larga. Cuando uno se habitúa a castigar su cuerpo desde primera hora con una buena ración de kilómetros en la carretera, resulta incluso extraño poder despertar a la hora que uno desee, sin las premuras de una rápida ducha y de tener que preparar la mochila de viaje en un "visto y no visto".


El pabellón del "Rosa Luxemburgo" no dio abasto. Hubo que improvisar camas bajo los soportales para poder dormir "bajo techo"


La ropa tendida y las coladas vespertinas han sido todo un clásico de las tardes tras el final de cada etapa


Cerveza y conversación, una buena combinación para aplacar los nervios ante la llegada a Madrid


Foto de familia de buena parte del grupo de la Hullera Vasco-Leonesa (con algún periodista "infiltrado" de Radio León-Cadena Ser)


Tarde de visitas familiares. Aquí, la cantera minera


Conchi, una de las cinco mineras asturianas de la marcha negra, tras llegar de un debate televisivo en La Sexta

Pasaron las horas bajo el calor y a las 17:36 horas se produjo el esperado encuentro. La columna astur-leonesa salió a recibir a sus hermanos de Aragón, a los que agasajaron con uno de los grandes rituales mineros: el pasillo de honor, cacha en alto.

Inmediatamente, la columna minera venida del noreste devolvió el gesto a sus colegas del noroeste. Y las dos columnas se convirtieron en una sola. Mineros procedentes de media España (leoneses, asturianos y palentinos, por un lado; aragoneses, manchegos y andaluces, por el otro) se fundieron en un abrazo, hermanados por una misma causa: la supervivencia del carbón.


La columna aragonesa llega a Aravaca


Pasillo de honor para los recién llegados



Y los aragoneses devolvieron el gesto


Las dos columnas ya son sólo una. Es momento de compartir cómo han ido las respectivas caminatas

Un par de horas después, la marcha negra enfiló su última etapa. Las carreteras de circunvalación de entrada a Madrid vieron pasar a los mineros, que, ante la proximidad del centro de Madrid y el hecho de haber absorbido a sus 60 compañeros de Aragón, presentaban el mejor humor y sus más notables sonrisas desde el inicio de la caminata.


Todo un símbolo: la marcha negra pasa delante de La Moncloa. Finalmente, los tribunales lo autorizaron, pese a que la Delegación del Gobierno en Madrid no había dado permiso, en un principio, para este recorrido


A la altura de la sede del Gobierno y vivienda de Rajoy, los mineros se caminaron unos metros de espaldas mientras gritaban "Vamos de culo"


No es el fondo de un estadio de fútbol. Son bengalas de reivindicación para recibir a los mineros

Se dejó atrás Aravaca, se dejó atrás la A-6, se dejó atrás La Moncloa y se llegó a la Ciudad Universitaria, donde los mineros aprovecharían para descansar, beber y comer algo y esperar a que se hiciera la noche para poder encaminarse hacia el kilómetro 0 de la Puerta del Sol abriéndose paso con la luz de sus lámparas.


Llegando a la Ciudad Universitaria de Madrid


El rector de la Complutense -hijo, además, de Santiago Carrillo- hizo de anfitrión. Aquí, con Roberto, de Laciana


El líder del PSOE madrileño, Tomás Gómez, también se acercó para apoyar a los mineros. En la foto, con Marcos, de la Vasco

La multitud agolpada a la salida del complejo universitario ya anticipó lo que estaría por llegar. Hasta ese momento, llegaban noticias a cuentagotas de que el centro de Madrid estaba colapsado esperando el paso de la marcha negra.

Sin embargo, los nervios y la incredulidad no permitían terminar de dar crédito sobre lo que, al parecer, estaba esperando a los mineros.

Y, ante eso, nada mejor que ser testigo de los hechos para poder constatar que la mejor de las previsiones había saltado por los aires.


Tras salir de Ciudad Universitaria, los mineros no daban crédito ante la multitud que les esperaba


La marcha negra dio sus últimos pasos en formando en cinco filas

Tras recorrer apenas 300 metros, las inmediaciones del conocido y popular Intercambiador de Moncloa obsequiaron a la marcha negra una imagen que ni tan siquiera habían podido imaginar en sus mejores sueños.

La ciudad se había echado a la calle. Pancartas, vítores, aplausos, lágrimas por doquier. A duras penas, los mineros podían avanzar entre la muchedumbre. La propia organización se vio desbordada por los acontecimientos y se vio obligada a improvisar un doble cordón de seguridad para abrir paso a la marcha negra entre una multitud emocionada por un humilde, pero decidido, grupo de 200 mineros que, con gallardía, había decidido plantar cara a todo un Gobierno.

Primero, una fila de bomberos madrileños hizo de avanzadilla. A continuación, otra segunda línea de voluntarios sindicales. Y detrás, como en una nube, los hombres y mujeres del carbón, que fueron llevados en volandas hacia su destino final.

Tardaron cuatro horas en cubrir un recorrido que estaba previsto realizar en apenas una hora.


Iluminando la noche madrileña


El centro de Madrid quedó colapsado durante unas horas

Algunas imágenes, como la Gran Vía madrileña abarrotada, corroboraban que se trataba de una noche para el recuerdo y la historia, con una masiva presencia de gente sólo reservada para las grandes ocasiones.


Cada pocos metros, los mineros tenían que detenerse ante la imposibilidad de avanzar entre el gentío


Impresionante vista aérea de la Plaza de España y la Gran Vía


De nuevo, Gran Vía. Aquí, a ras de suelo


Pese a las horas (2 de la madrugada) y que el día siguiente era laborable, la Puerta del Sol recibió abarrotada a la marcha negra

La propia Puerta del Sol también estuvo a la altura cuando a las 2 de la madrugada los mineros llegaron al kilómetro 0. Allí, una pequeña tarima y un breve pero encendido discurso de uno de los caminantes sirvieron para escribir las últimas líneas de una gesta que había comenzado a narrarse hacía 19 días y casi 500 kilómetros antes. La bola de nieve se convirtió en un alud de clamor social con unas consecuencias impredecibles que sólo el paso del tiempo permitirá situar en su verdadera dimensión.

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