domingo, 15 de julio de 2012

Día 20. El día en el que Madrid se hizo cuenca minera

En torno a las 7 de la mañana del miércoles, la Ciudad Minera comenzó a despertar.

Aún con la legaña en el ojo, la toma de contacto con la realidad no pudo ser más alentadora.

Efectivamente, ¡lo de anoche no había sido un sueño!

Los mineros comenzaron el día del mismo modo que habían despedido el anterior: preguntándose cuánta gente se había echado a la calle para recibirles en Madrid.


Kiko, de la Vasco, contó a primera hora en la Cadena Ser cómo se había emocionado la noche anterior con la llegada a Madrid

Todos tenían la misma cuestión en la boca y no paraban de preguntarle lo mismo al periodista que suscribe.

"¿Cuántas personas crees tú que había? ¿200.000? ¿400.000? ¿600.000?"

Aún hoy no hay cifras oficiales. Lo único cierto es que había muchas. Y, cuando digo muchas, quiero decir MUCHAS.

Desde luego, muchas más de las necesarias para justificar una penosa marcha de 500 kilómetros en algo menos de tres semanas. Muchas más de las necesarias para constatar que la mayoría de la calle está con los mineros. Y muchas más de las necesarias para insuflar ánimos a quienes viven del carbón en su pulso con el poder.

Eso, a pesar de que, visto lo visto, no parezcan ser muchas más de las necesarias para que el Gobierno se replantee una postura en la que se mantiene encastillado y enrocado desde que comenzó esta crisis.

Para muchos de los mineros, el objetivo primero ya se dio por cumplido a las 2 de la madrugada en la Puerta del Sol. Y, así, la manifestación del día siguiente no era otra cosa que un regalo añadido, un nuevo baño de masas inesperado, un -esto sí era muy importante- reencuentro con los suyos.


Montando en el autobús para ir a la manifestación desde Colón


Al despertar, los mineros comprobaron que el apoyo masivo en Madrid no había sido un sueño

Más de quinientos autobuses con gentes provenientes de las cuencas mineras de toda España tomaron Madrid desde primera hora. Otros muchos optaron, no obstante, por desplazarse hasta la capital en sus vehículos particulares. Y, a mayores, también estuvieron los madrileños, volcados con los mineros, un símbolo de que, en esta crisis económica, la calle también demanda su derecho a opinar, decir y decidir.

A las 11 de la mañana, la Plaza de Colón y sus alrededores eran todo un hervidero. Nadie que tuviera, de una u otra forma, relación con la minería del carbón quería faltar a otra cita que se antojaba histórica.


Los mineros leoneses, orgullosos de su tierra


La manifestación se convirtió en una fiesta de reivindicación


Distintas regiones, una misma voz



Tras los mineros, una larguísima cola de manifestación

De nuevo, un estricto e impenetrable cordón de seguridad rodeó a los mineros para que éstos pudieran cubrir el recorrido de la manifestación por el Paseo de la Castellana hasta las puertas del Ministerio de Industria.

La marcha negra, ocupando los seis carriles de esta emblemática vía. La multitud, tomando los paseos paralelos durante toda la marcha.

Esta vez el recorrido llevó algo más de tres horas. Por mucho que puedan parecer conceptos antitéticos, el camino tuvo mucho de "fiesta de reivindicación".


Bomberos llegados de Cantabria, solidarios con los mineros


Otros cientos de colectivos no quisieron dejar de estar en la manifestación

Miles de personas volvieron a conectar con los mineros, viendo en ellos la vía de escape a meses de frustración en un momento en el que, a esa misma hora (paradojas del destino), el presidente del Gobierno anunciaba en el Parlamento el paquete de recortes más severo y drástico de toda la historia de la democracia española.

Funcionarios, policías, mineros, autónomos, parados, usuarios de la sanidad pública, profesores,... Un sinfín de colectivos salieron a la Castellana para agradecer a la marcha negra que hubiesen dado el paso que llevaban meses deseando dar, pero que no se atrevían a materializar por temor a quedarse solos.

El desembarco de los mineros fue el aldabonazo en sus conciencias para gritar y no callar.


Los petardos fueron la banda sonora de la manifestación


El guiño (crítico) al ministro de Industria, de origen canario


Miguel, del grupo berciano, se hidrata a golpe de buena bota de vino


Y Carlos, también

La manifestación terminó siendo otra medalla de orgullo obrero para la marcha negra, que no logró manchar unos incidentes de poca relevancia (vista la magnitud de la protesta) que tuvieron lugar cuando un grupo de exaltados se encaró con los numerosos agentes antidisturbios apostados a las puertas del Ministerio del Interior. El enfrentamiento se saldó con algunos heridos y varios detenidos. Pocas horas después, la propia Delegación del Gobierno en Madrid confirmó que los altercados no tuvieron a las gentes de las cuencas como protagonistas, sino a varios "antisistema" amigos de la gresca que hubieran generado los mismos desórdenes, ya fuera una manifestación minera o una partida de mus entre amigos de barrio.


Las medidas de seguridad fueron importantes. Los incidentes, mínimos


Momento de sentada durante la manifestación


El Paseo de la Castellana quedó colapsado

Frente al Ministerio, llegados ya prácticamente a la Plaza de Cuzco, la protesta concluyó con varios discursos de algunos líderes sindicales.

Pero tanto allí como durante todo el conflicto su papel no pasó de ser el de meros actores secundarios.
Los propios mineros son conscientes de ello, recelosos como son también del afán de protagonismo de algunos sindicalistas, más preocupados de salir en la foto y apuntarse méritos que a otros les corresponden.

Llegadas las tres de la tarde, la manifestación, sencillamente, se desmanteló. Abrazados a los suyos, los mineros pusieron rumbo a los autobuses que habrían de devolverlos a unas comarcas que, por muchos años, no quieren abandonar.


Los medios gráficos se amontonan para captar la mejor imagen


Nadie imaginaría que sólo unos minutos antes aquí había miles y miles de personas

Y, de este modo, se puso fin a un capítulo histórico de la lucha de la clase trabajadora. Es un punto y seguido, no un punto y final. La crisis del carbón sigue pendiente de una solución. Continúa esperando que el Gobierno dé un paso que permita retomar la negociación. Y la minería ya ha anunciado que las protestas seguirán hasta que haya alguna garantía de supervivencia.


Por unas horas, Madrid fue cuenca minera

Para la historia, eso sí, siempre quedará el atrevimiento de doscientos mineros (más de sesenta leoneses) que plantaron cara a todo una Administración. Más fueron los 300 de Esparta frente a los persas.
Y ésta no es, sin embargo, la historia de doscientos héroes, sino la de doscientos hombres y mujeres con sus virtudes y sus miserias, capaces de reír y de llorar ante la adversidad, con sus fortalezas y debilidades, con sus razones y sus argumentos en contra, con sus aciertos y sus equivocaciones.

Pero siempre con la dignidad por bandera. En estos días de convivencia, muchos admitían que se podrá ganar o se podrá perder, pero que siempre podrán decir, dentro de muchos años, a sus hijos y a sus nietos, que lucharon por lo suyo y por lo de su gente sin hincar la rodilla, con la cabeza alta y la conciencia limpia.

Ha sido este Diario de la Marcha Negra la crónica de un grupo de mineros batalladores que caminaron centenares de kilómetros para llegar a Madrid buscando una solución y volvieron a casa con algo mucho más importante: el cariño, el reconocimiento y la admiración de todo un país.



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